martes, abril 17, 2007

POR QUE?


¿Qué es lo que esta pasando en este mundo?.




¿Estaremos cerca del fin?.




¿Realmente estamos haciendo lo correcto, o estamos realmente equivocados?.





¿Creemos que todo está bien?.












¿Realmente valdrá la pena dejar en las manos de estos lideres nuestro destino?







¿O estos otros lideres?.







Sin embargo.... solo desean más poder del que tienen......



Nos engañan con su demagogia barata, hacernos creer que son parte de nosotros y sus eternas promesas de un mundo mejor...



Siendo los titeres de los "verdaderos lideres".........






...y desgraciadamente ellos ni nadie "quieren hacer algo"...



.... solo conformarse con lo que existe.......


.....con las mentiras de los noticiarios.....


.....con el control y manejo desvirtuado de la información que nos ciega a la verdad......


.....con entregarnos una mediocre educación para que no seamos exigentes con el sistema.....


... y lo peor de todo ... es que si no hacemos algo, si no abrimos nuestros ojos y entendemos lo que realmente ocurre en el mundo, en nuestro hogar......... dejaremos que pasen muchas cosas horribles.....






Más pobreza...








Más hambre.....




Más odio......




Más violencia......


Y lo peor de todo, es que son ellos los que sufren y sufriran....








Asi que atentos, porque si no hacemos algo para cambiar al mundo... nuestra herencia sera esto....






El fin......



¿Quieres eso para tus hijos?



Yo por lo menos no.

Pero mi mayor temor es ser el único que cree eso......





lunes, abril 09, 2007

EN EL CAMPO DE BATALLA




El cielo estaba teñido de color gris. A lo lejos, el sonido de un trueno viajaba gracias al eco, retumbando los oidos de la campaña. Aquellos jovenes soldados atravesaban los escombros de la ciudad, viendo como colgaban las techumbres de las casas y escrutando los muros desarmados y acumulados junto a sus respectivos edificios. El humo aún se sentía en el aire, acompañado del olor repugnante de los cadaveres y de la sangre estancada en los charcos y los lejanos aullidos de los perros y los gritos desesperados de la batalla, erizaban los pelos a los noveles conscriptos.

Estaban solos. Perdidos entre esa desconocida ciudad. Su capitán había caido algunos dias atras y antes de morir le pidió a Montesco que se hiciera cargo. Este por su parte no se sentía capacitado para asumir el control de sus compañeros, pero como última voluntad de su superior, aceptó sin preambulos dicha responsabilidad. A algunos no les había parecido prudente dejar a cargo a un hijo de inmigrantes mexicanos, pero de igual forma aceptaron aquellas condiciones. Era preferible tener a alguien a cargo que estar caminando sin rumbo, aunque fuera un pequeño latino de poco caracter.

La noche ya estaba sobre ellos. El frío invernal penetraba hasta sacudir sus huesos y a ratos, sus estomagos se retorcian, debido a la falta de comida. Montesco, al ver estas dificultades y notar el cansancio del pelotón, decidió que pasarían la noche en las ruinas de un viejo almacen. Aquel edificio era el único que aún poseía techo y sería perfecto para evitar la inminente lluvia que caería en cosa de minutos. Un viejo contenedor de gasolina, oxidado y algo humedo, sirvió para improvisar una fogata que permitiera calentar en algo a los soldados. Algo de calor proporcionaba, porque al poco rato, cada uno se alejó en su perimetro, formando un semicirculo alrededor del barril. Solo faltaba la comida y desgraciadamente la última ración se había consumido a mediodía. Montesco envió a dos conscriptos a recorrer el perímetro y buscar algo comestible. A regañadientes, ambos soldados se levantaron de sus puestos y abandonaron el lugar, desapareciendo entre las sombras. Montesco se sentó a espaldas de una deteriorada columna de concreto, un poco alejado de la fogata. Su mirada recorrió cada centimetro del inmueble. Las sombras algo tenebrosas que caían sobre las ruinas, eran perfectamente definidas, gracias a la tenue luminosidad de las llamaradas y considerablemente alargadas y delgadas, simulando largos y articulados brazos fantasmales. Sus otros compañeros descansaban, algunos al igual que el, apoyados en alguna columna, otros descansado horizontalmente en el suelo. Cada uno buscaba su comodidad y en algunos casos era tanta que más de algun soldado dormitaba placidamente, esperando el regreso del resto. Montesco, al igual que sus conscriptos, se acomodó lo más que pudo y trató de dormir algun rato. Finalmente, un sueño profundo le hizo bajar la guardia. Logró dormir por un buen rato.

Un grito dentro de su cabeza le despertó. La oscuridad era completa. La llama se había consumido y alrededor suyo, las tinieblas y el frío sepulcral le hacían compañia. Buscó en uno de los bolsillos de su chaqueta militar, buscando una pequeña linterna. Al parecer las baterías estaban agotadas, ya que ni con golpes logró encender la lamparilla. Un viejo encendedor en su bolsillo derecho del pantalón era lo único que le dió luminosidad. Estaba solo. No habían llegado los dos exploradores. Tampoco estaba el resto de la compañia. Solo el tambor oxidado con restos de cenizas. Eso le desconcertó. Pensó que le habían abandonado por su condición de "favorito del capitán". Quizas fueron a buscar a sus compañeros. No lo sabía. Lo único que realmente tenía claro era que estaba solo. Que debía avanzar. Y tratar de llegar a su "destino".

Estaba completamente aislado. Su radio había fallado hace algunos dias y desgraciadamente uno de los exploradores tenía una. Pero de qué le serviría. No sabía nada de su campaña.

Se puso su mochila a las espaldas y emprendió su camino. No quería quedarse solo en aquel lugar. Había visto muchas cosas desde el comienzo de la guerra y sabía que andar solo en cualquier lado, sería una sentencia de muerte. Quedaba muy poco para llegar al campamento y debía emprender el rumbo más que rapido. esperaba que sus conscriptos estuvieran sanos y salvos, esperandole, como buenos soldados, aunque no estaba muy seguro de ello.

Andaba a tranco largo. Pasando sobre los montículos de tierra y los restos de chatarra de viejos autos abandonados. La oscuridad, aunque trataba de aplacar con el pequeño encendedor, era intimidante y ante la infinidad de ruidos similares a susurros y de los extraños gritos de la guerra a lo lejos, esta parecía acrecentar el miedo dentro del joven soldado. Tarde o temprano, la pequeña llamita se consumió. Montesco insistió en vano recuperar su pequeña luz, pero el gas combustible se había agotado. Ahora todo estaba teñido con el color de la noche.

Se vio obligado a disminuir su velocidad. Debía medir y calcular sus movimientos para evitar tropezarse, o peor aun, esquivar una posible caída a algun fozo, teniendo en cuenta la excesiva existencia de estos en toda la región, gracias a las constantes batallas. No paro en ningun momento a descansar. Parecia que llevaba horas caminando y que no hubiera avanzado nada, pero en realidad habia dejado un buen trecho a sus espaldas, pero no tenía la posibilidad de confirmar eso. Más de alguna vez perdió el equilibrio, debido a las imperfecciones del camino y con alguna dificultad se logro poner de pie, pero esos pequeños incidentes solo le hacian perder tiempo y lograban que se desesperara y buscara terminar luego con su travesía.

No supo cuanto tiempo pasó, ni cuanto camino había recorrido, pero ante el y despues de un largo rato, emergió entre las sombras una gigantesca silueta parecida a una casa. Aquella enorme sombra sin una textura reconocible, interrumpía el viaje de Montesco a su base. La enorme embergadura de la casona intimidó al conscripto, el cual pensó en la posibilidad de que estuviera en posesión del enemigo y lo peor de todo eso, era que se encontraba solo y que se podría convertir en un blanco fácil. Trató de acercarse en completo silencio, arrastrandose sobre el accidentado terreno, con la esperanza de lograr vislumbrar entre las tinieblas algun camino alternativo sin la necesidad de acercarse mucho al inmueble. Al arrastrarse, sentía a las piedras, botellas quebradas y tablas, entre otros objetos, como rozaban su pecho y sus hombros, a pesar de estar protegido por un chaleco antibalas. Era una sensación incomodísima, pero estaba acostumbrado a esas eventualidades, ya que fueron muchas las veces que se enfrentó a cosas aun más desagradables que esa y lo único en lo que pensaba era en su objetivo. Cada paso dado era tiempo invertido en su trayecto. Ya se encontraría descansando en una camilla, dentro de su carpa, y con un poco de suerte, bebiendo un buen café para aplacar el frio. Esa escena le motivaba a sufrir algunas penurias, penurias que pasarian al olvido llegando a su refugio.

Repentinamente, no pudo continuar. Algo o alguien le agarraba de su cinturón. Con sorpresa se encontró enganchado a un tubo metálico sobresaliendo del terreno, el cual extrañamente se acomodó a la altura de su ombligo. Su desesperación y poca paciencia hicieron que sus movimientos fueran torpes y sin lógica, sin siquiera en considerar la posibilidad de soltar su correa, lo cual hubiera sido la solución más obvia, pero el temor a estar cerca de aquella casa y que estuviera habitada por el enemigo, encegueció su mente, nublando sus ideas. Sin dejar de lado el hecho de que estuviera haciendo más ruido del que debía hacer.




Y fue ese ruido el que le delato. Logró zafarse de su cautiverio, pero a cambio de eso, el enemigo agolpado dentro del viejo caseron se precipitó por la puerta con una violencia que les caracterizaba por sobre el resto. Montesco estaba paralizado. Sabía la ferocidad del enemigo y que era un grave error enfrentarlos sin una numerosa compañia.




A pesar de estar en contra ante una interminable fila de individuos que aparecian tras el oscuro marco de la puerta, apuntó su fusil hacia el gentío, descargando toda su furia hacia ellos. No sabía si disponía de más municiones ni cuanto le quedaría en su arma, pero con toda su rabia y miedo contenido, disparó a todas direcciones frente a el, buscando impactar a sus enemigos y a la vez aturdir al resto para poder huir. Sin embargo y sin siquiera percatarse en su momento, vio como le cerraban el paso a su alrededor. Cuando Montesco se dió cuenta que estaba perdido, su corazón se aceleró con terror. Recordó a su familia en la vieja parcela costera donde creció y de como su querida madre le tejía unos hermosos chalecos para el invierno. Recordó su primer beso y de como palpitó su corazón aquella tarde. El día que terminó sus estudios y de aquella increible fiesta de despedida y el día que nació su hermanita menor en aquel antiguo hospital. Muchas escenas se le vinieron a la mente. Todas agradables. Todas truncadas por la guerra, una guerra que nunca quedo clara como empezó, pero que lentamente exterminaba a la raza humana. Lo peor era que esas "criaturas" heredarían todo y vagarían errantes sobre aquella tierra inerte. Era cosa de tiempo, pero en el caso de Montesco, su fin había llegado.




Disparó hasta que no tubo balas. No tenía donde escapar. Ahora sabría lo que sintieron sus seres queridos al morir.




"Malditos zombies"..... fue lo último que pensó. Un hachazo en su frente apagó su vida.